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¿Quién es Quién?

Actualizado: 13 dic 2019


Relato para el "Club de retos literarios de Dacil".

Palabras a utilizas:un tarro de frutos secos, una maqueta del Duomo de Milán, el libro '' Cinco horas con Mario'' y tizas gigantes para la calle.

Un inmenso griterío, que ni siquiera el sonido de la televisión puesta a todo volumen conseguía mitigar, salía de la sala comunitaria.

Sus ocupantes, inquietos desde hacía un buen rato, no paraban de revolverse nerviosos. Unos en sus asientos, los que tenían problemas de movilidad y usaban silla de ruedas, y otros, los menos, dando vueltas por la gran habitación que tenían habilitada como lugar de juegos y esparcimiento.

Cada uno, metido en sus pensamientos, deambulaba buscando una salida. Hacía mucho rato que nadie ponía orden y unos a otros se habían contagiado las ganas de escapar de aquel aburrido lugar. Hasta que de pronto, una voz ordenó que todos se pusieran en fila.

Era la de un hombre vestido con bata blanca, que a continuación se colocó detrás de una mesa, sacó de su bolsillo unas pastillas de diferentes colores, abrió el armario que tenía tras él, y esperó a que la hilera se formara.

—Buenas tardes, Luisa —saludó a la primera persona que ocupaba la fila—. Si quieres que te de tu maqueta del Duomo de Milán tómate esto —le propuso a la vez que le entregaba una de las grageas que había colocado delante de él.

A ella, le siguió un amable anciano con gafas, acompañado de una mujer que empujaba su silla.

—¿Se está portando bien hoy don José? —le interrogó a la fémina, que se limitó a mover la cabeza afirmativamente—. Pues en ese caso, si se toma la pastilla dejaremos que nuestra amiga Amalia le lea hoy Cinco horas con Mario —le propuso al inválido— .El autor se llama casi como yo. Miguel Delibes— añadió al ver la muda interrogación en la cara de la mujer.

A continuación, se presentó ante él, una jovencita que no tendría más de diecinueve años.

—Hoy tengo algo especial para ti, Lorena: una sorpresa.

La aludida, asombrada y expectante, abrió sus grandes ojos azules: le encantaban las novedades.

—Pero solo si te tomas esta cosita verde —le chantajeó el hombre.

Solo cuando estuvo seguro de que las cosas se habían hecho a su gusto, le entregó unas tizas gigantes, seguidas de la advertencia de que solo debía pintar con ellas en el patio.

Iba a empezar a hablar con el hombre que estaba detrás de la muchacha, cuando notó una fuerte mano que se aposentaba sobre su hombro.

—¿Pero ya estás otra vez jugando a los médicos, Miguel? —oyó que le decía el director del Psiquiátrico, el doctor Marqués — ¿Cuántas veces te he dicho que no me gusta que les des lacasitos a tus compañeros? ¿Ni que abras el armario de las cosas de jugar? Venga, coge tu tarro de frutos secos y vete a tomártelos con Luisa, que te está haciendo ojitos. El enfermero con la medicación no tardará en venir.

El paciente agachó la cabeza y humillado, a regañadientes, hizo lo que le ordenaban; no le gustaba que socavaran su autoridad.

Menos mal que en esos momentos empezó a recordar quien era él, y eso le hizo levantar el ánimo.

—¡Se va a enterar este de lo que vale un peine! —pensó mientras se metía la mano derecha dentro de la bata, a la altura del costado izquierdo— ¡Este doctor de pacotilla no sabe lo que es hacer enfadar a un General! —murmuró el famoso Napoleón acomodándose al lado de su Josefina.


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